×

Advertencia

JUser: :_load: No se ha podido cargar al usuario con 'ID': 43

La Fe es mis manos y mis pies • Borja Iturbe Sánchez de Movellán

Todos los años lo mismo: ¿”Fe” lleva tilde? Aunque no se acentúa, mis alumnos de Secundaria e incluso Bachillerato siempre lo dudan. Y esta anécdota repetida, me lleva siempre a la misma reflexión: nuestro mundo le ha quitado el acento a la fe, pero muchos se resisten; queremos acentuarla en nuestra vida, deseamos que nuestro mundo le ponga un acento muy grande, que se note, que esa palabrita tan corta amplíe su horizonte hacia arriba.

Porque tener fe amplía horizontes vitales no sólo hacia arriba, sino también hacia fuera. Tener fe es darse cuenta de que cada día ponemos nuestra vida en manos de los demás; la fe supone reconocer que, queramos o no, confiamos en los demás; la fe es la constatación de que venimos de otros y somos para otros.

En el mismo momento que lo reconocemos, lo aceptamos como maravilloso. Y, en ese momento, descubrimos la responsabilidad ante tantas vidas puestas también en nuestras manos.

Pero esta fe esencial, humana y humanizadora, se puede escribir con “F” mayúscula cuando se eleva más, cuando sube a ese Otro absoluto, inicio, fin y sostén de la existencia.

Muchas veces me pregunto ¿por qué tengo esa “Fe”? No lo sé. Es uno de los misterios de mi vida. ¿Por qué otras personas muy cercanas (amigos, familiares) no tienen Fe, y yo sí? No tengo respuesta. Lo cierto es que siento que mi vida está segura, mantenida, sostenida por Dios. Él no me abandonará: nunca me ha abandonado. Lo sé y no necesito demostración. Siempre lo he sabido y lo tengo tan presente como la respiración o el latir de mi corazón. Quizá sea un don gratuito, quizá algo recibido de mi madre, o quizá el resultado de una educación que me ha enseñado a ser agradecido, a reconocer el regalo de la vida, o a valorar lo mucho que recibo de los demás.

¿Es razonable tener Fe? Esta es también una pregunta obligada. Pero no puedo sino contestar con más preguntas: ¿Qué es más razonable: tener Fe, o no tenerla? ¿Es más razonable afirmar que lo que yo veo como orden (leyes físicas, organismo humano, un sentido para mi vida) proviene de un ser superior personal e inteligente que nos quiere, o afirmar que proviene del puro azar? ¿Es más razonable afirmar que todo tiene explicación, o afirmar que hay lugar para el misterio? ¿Es más razonable confiar, o no confiar?

Hubo un año en mi vida en el que viví una fuerte crisis de fe en Dios: ocurrió estudiando Filosofía en la Universidad, el último curso, precisamente cuando profundizaba en el estudio de los llamados “Existencialistas ateos” y, especialmente, Albert Camus. Fue más bien una crisis de sentido a partir de las cuestiones que me presentaba la lectura este honesto escritor. Después de muchos meses acabé formulando que dar un sentido a los acontecimientos de la vida exige no respuestas claras, sino más bien apuesta, riesgo y opción vital.

Porque la fe no es creer en lo imposible, sino creer posible lo que desde algún punto de vista parece imposible. La fe no es afirmar lo irracional, sino hallar razones para defender lo que desde algún punto de vista parece irracional. La fe no es esperar ingenuamente un milagro, sino construir la esperanza y el sueño de que juntos (y quizá con alguna ayuda) podremos lograr un mundo más justo y feliz.

Por todo ello, cuando busco una imagen para expresar el significado vital que le doy a la fe, me aparecen unas manos y unos pies.

La fe, para mí, son unos pies. Pies que nos ayudan a avanzar y superar dificultades. Pies que avanzan el camino hacia el encuentro con el otro, con el diferente, con el necesitado, o con el que te puede dar lo que necesitas. Pies que soportan incansables el peso de una vida. Pies que han aprendido a caminar porque un ser querido le ha enseñado, con mucha paciencia, cómo hacerlo.

La fe, para mí, son unas manos. Son esas manos en las que Dios tiene tatuado nuestro nombre. Son esas manos que tiende un padre o una madre a su hijo. Son manos que sostienen, acarician y regalan. Son manos que crean la belleza de la música, el regalo de la solidaridad, y el camino hacia la utopía.©

Suscríbete a nuestro boletín de novedades

Te vamos a comunicar lo más destacado.
Solo una vez por semana te enviaremos notas seleccionadas de nuestra web.