Dios no nos llamó para contar cuantos enemigos tenemos, sino para vencerlos. Hay enemigos que nos acechan, hay batallas que hay que pelear, pero debemos saber que la victoria viene del Señor. Él va delante de nosotros.
“Vayan por todo el campamento y díganle al pueblo que prepare provisiones, porque dentro de tres días cruzará el río Jordán para tomar posesión del territorio que Dios el Señor le da como herencia”. Josué 1:11
Ninguna arma forjada contra nosotros prosperará porque Dios es nuestro escudo, debemos tomar la tierra que nos prometió, debemos desalojar al enemigo. ¡Entremos en esta batalla sabiendo que el Señor es quien nos lleva al triunfo!
El momento de actuar es ahora. Muchos viven como si la vida fuera un ensayo, incluso entran en escena, pero hacen las cosas sin excelencia, pensando que podrán repetir ese acto, esto es un error de lectura. ¡La vida no se espera ni se repite!
Lo que tenemos que hacer debemos hacerlo ahora, porque ya es más tarde de lo que crees. Necesitamos desromantizar la vida, porque entre la promesa y la tierra prometida hay un Jordán. Entre nosotros y nuestros sueños, siempre hay un desierto. No hay victoria sin lucha. Dios nos promete fortaleza y consuelo, no la ausencia de lágrimas.
Hay obstáculos en nuestra vida que podríamos llamar nuestro Jordán personal: una persona, una enfermedad, una relación rota, un problema económico, un pecado, un sueño incumplido. Dios le mostró el Jordán y le ordenó cruzarlo, pero no le dijo cómo. El Señor no mostró un puente, este cruce debe hacerse con fe.
Debemos cruzar nuestro Jordán aun cuando estemos débiles, enfermos, solos. Necesitamos saber que la victoria viene de Dios, no de nuestra fuerza. El Señor nos hace valientes. Esta convicción nos ayuda a enfrentarnos con valentía a los gigantes. Podemos decirle a Goliat: "Tú vienes contra mí con espada, lanza y escudo, pero yo vengo contra ti en el nombre del Señor de los ejércitos”.
