Habacuc no está hablando desde la comodidad. Este pasaje fue escrito en medio de una realidad desoladora: pérdida económica, escasez de alimentos, ruina total. En el lenguaje de hoy, sería como decir: “aunque pierda mi trabajo, aunque el dinero no alcance, aunque la enfermedad toque mi casa, aunque las noticias no den esperanza…” y, sin embargo, el profeta hace una declaración que corta con toda lógica humana: “con todo, yo me alegraré en Jehová.”
Este capítulo no termina en queja ni desesperanza, sino en adoración. Habacuc nos enseña que la fe más auténtica no nace de lo que vemos, sino de a quién conocemos. Habacuc no se goza en la pérdida, sino en que Dios sigue siendo su salvación, su fortaleza, su sustento. Él entiende que, aunque todo se venga abajo, su fe no está anclada en lo que tiene, sino en quien Dios es.
Dios no siempre evita el sufrimiento, pero siempre está presente.
Habacuc menciona seis cosas que faltan: fruto, cosecha, comida, ganado… ¡todo lo básico para vivir! pero no pone su fe en los resultados. pone su fe en Dios. esto nos enseña que la fe verdadera no se mide por lo que tenemos, sino por a quién seguimos. La adoración es una decisión, no una emoción. Habacuc no está alegre porque todo va bien. Él elige alegrarse en Dios, no en las circunstancias. En los tiempos difíciles, el gozo no viene de lo que tenemos, sino de quién nos sostiene.
Dios nos da fuerza para andar en terrenos difíciles. El Señor fortalece al que confía en Él, aunque el camino sea duro. No promete quitarnos el valle, pero nos hace fuertes para atravesarlo.
ORACIÓN: Señor, aunque no entienda lo que estás haciendo, aunque me falte lo que espero, aunque las puertas parezcan cerradas, yo elijo confiar en ti. Ayúdame a no depender de las circunstancias, sino a vivir con los ojos puestos en tu fidelidad. Sé mi fortaleza, mi alegría, mi sustento. Amén.
CENTRO CRISTIANO PUERTA ABIERTA.
Sáenz Peña - Chaco