Aunque no veas milagros... Él es Dios.

Hoy nos preguntamos: ¿dónde está el Dios de Elías, aquel que hacía cosas espectaculares? ¿Es que ahora es imposible detener la lluvia o hacer caer fuego del cielo?”. Quizás nos falte fe... o quizás ese Dios esté esperando algún Elías que lo llame. No había reparado antes que hay muchas clases de fe. Y hoy me puse a reflexionar sobre cuál es la mía.
Gedeón necesitó probar viendo y tocando un vellón: “Permíteme que pruebe...” (Jueces 6:39). Cuántas veces en mi vida de creyente me sorprendí pidiéndole al Señor que me ayudara a creer “viendo” un vellón. Y esta puede ser una fe verdadera, pero imperfecta. Y podemos perfeccionarla, claro que sí.
 
Casi siempre el creyente necesita palpar, emocionarse, ver algo para poder creer. Pero el Señor le dijo al desconfiado Tomás: “Bienaventurados los que no vieron y creyeron” (Juan 20:29).
 
Pretendo no necesitar de emociones especiales ni circunstancias favorables para poder creer. Muchas veces he orado por más fe, pero en el fondo de esa oración lo que estaba pidiendo en realidad era una evidencia de la fe por cosas visibles.
 
Quiero imitar a Pablo en su enorme, gigantesca actitud de fe que muestra en Hechos 27:20-25: “Como pasaron muchos días sin que aparecieran ni el sol ni las estrellas, y la tempestad seguía arreciando, perdimos al fin toda esperanza de salvarnos. Llevábamos ya mucho tiempo sin comer, así que Pablo se puso en medio de todos y dijo: Señores, debían haber seguido mi consejo y no haber zarpado de Creta; así se habrían ahorrado este perjuicio y esta pérdida. Pero ahora los exhorto a cobrar ánimo, porque ninguno de ustedes perderá la vida; sólo se perderá el barco. Anoche se me apareció un ángel del Dios a quien pertenezco y a quien sirvo y me dijo: No tengas miedo, Pablo. Tienes que comparecer ante el emperador y Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo. Así que ¡ánimo, señores! Confío en Dios que sucederá tal y como se me dijo”.
Todo, absolutamente todo era adverso, pero esas circunstancias no lograban derribar ni su ánimo ni su fe. ¡Qué maravilla! ¡Qué fe tan sólida!
 
 Si todo lo que te rodea, si lo que ves y lo que sientes es todo adverso, negativo, es todo oscuro, ¡mira con los ojos de la fe! No te dejes guiar más por las emociones, sino manéjate por las convicciones. Creamos como Él nos ha dicho.
 
Sobre todo, no nos olvidemos que... Él es Dios.
 
Hilda de Laffitte

Suscríbete a nuestro boletín de novedades

Te vamos a comunicar lo más destacado.
Solo una vez por semana te enviaremos notas seleccionadas de nuestra web.