Testimonio: Dios es real, sus milagros siguen sucediendo

La luz se diluía, y mis fuerzas se retiraban, dándome cierto bienestar y laxitud. Ya no peleaba por vivir... tenía tan sólo 32 años, casada y con 4 hijos. Secuencias venían una y otra vez recordándome mi búsqueda interior de un Dios. Primero fueron los Testigos de Jehová por un tiempo, luego los Mormones, el Catolicismo… y nada me confortaba, nada satisfacía esa búsqueda.

La llegada del médico interrumpió mis pensamientos. Entró, me miró y pude leer en su rostro que nada había para hacer. Se fue sin decir una sola palabra, pero yo entendí su mensaje. Miré hacia el cielo y dije: “Si sos real, Dios, dame vida para ver crecer a mis hijitos”.

Desperté en terapia intensiva al día siguiente. Dos jóvenes me sonreían: el jefe de la sala y un enfermero, ambos cristianos.Cuatro meses después, en una tienda de barrio, Verónica Moisesian me habló de un Señor que salvaba, sanaba, y que todavía hacía milagros... Mi diagnóstico era prolapso de válvula mitral, complicado con arritmia y taquicardia. Se registraron en Argentina solamente dos casos iguales. Mi búsqueda aumentó y fui con Verónica. Comencé a congregarme en una iglesia, y me bauticé un 27 de julio de 1987. Por ese entonces apenas podía caminar, tomaba quince remedios diferentes, pues también había afectado mis tiroides.

Tiempo después una publicidad en la iglesia llamó mi atención: venía al Luna Park Paul Yonggi Cho de Corea del Sur y allí me fui. La última en recibir una oración del pastor visitante fui yo. ¡Sentí fuego en mi cuerpo! Sólo me miró, ni siquiera habló, sólo sé que no pude tomar nuevamente la medicación. Tiempo después, al hacerme estudios, sucedió algo extraordinario. La incredulidad de los médicos hizo que mandaran a repetirlos, porque el nuevo diagnóstico decía: “Válvula mitral normal”. ¡Estaba sana!

Lo que no puedo plasmar en mi relato es la angustia que conlleva el estar enferma, el tener que vender mi casa para una operación de corazón. Pero ahí estaban los resultados: ¡el corazón sano! Sólo arritmia y taquicardia. Tiroides: nada. Había llegado a pesar 50 kilos... ¡pero ahora el milagro de Dios había sucedido!

A partir de mi experiencia personal, mi entrega a Jesús fue al cien por ciento, hasta el día de hoy, y ya transcurrieron 30 años desde ese entonces.

A través de estas tres décadas hubo asaltos, accidentes de auto, y mil y un obstáculos, pero mi sanidad fue demostrada con el nacimiento de mi quinta hija. Es verdad: ¡Dios todavía hace milagros!

Mi oración era muy ferviente, pasaba horas en Su presencia y mi fe iba creciendo, al punto de que, orando por una mamá que estaba por dar a luz y cuyo parto estaba en riesgo pues su bebé estaba sentadito en el canal de parto, recibí una visión: tenía una pantalla ante mis ojos en la cual veía cómo el bebé se daba vuelta. Hoy ese bebé es un evangelista increíble. 

Con el correr de los años vi a hermanas en Cristo, que habían sido estériles, presentar a sus bebés en diferentes iglesias… ¡milagros y más milagros! Hay un milagro esperándote.

¿Tu vida necesita un milagro? ¿Creías que ya no suceden más? ¿Qué sólo están en un libro llamado Biblia?

Yo te digo otra cosa: sólo espéralos... anhélalos... pídelos con fe, querido lector, pues el Dios que te creó, te responderá... si tú reconoces a Su hijo Jesucristo como tu Salvador personal. Te lo asegura alguien que vivió esos milagros en persona. ¡Dios también hará el milagro para ti!

Por María Teresa Serini de López

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