No tengas conversaciones que te empobrecen

¿Esto es una conversación entre amigas o una competencia de logros y prestigio? Escuchemos con atención este diálogo entre dos amigas:

 

—¡Hola María! ¿Cómo estás?
—Más que feliz, Sandra. Acabamos de volver de un viaje inolvidable a Miami y Boston con toda la familia…
—¡Qué coincidencia! Nosotros también estuvimos de viaje, pero en Europa… ¡y en un crucero! Fue impresionante.
—Lo nuestro fue muy especial porque dejamos a nuestro hijo mayor en Harvard. Comienza sus estudios de Economía en Cambridge.
—Mis dos hijos se graduaron en Oxford con medallas de honor. Ellos opinan que es la universidad top del mundo…
 
Alguna vez, debo confesarlo, yo también participé de este tipo de charlas. Pero al madurar en la fe cristiana, empecé a mirar con otros ojos este modo de relacionarse. Con tristeza veo cómo muchas personas viven atrapadas en la necesidad de demostrar superioridad, buscando validación externa para ocultar inseguridades internas.
 
Y sin darse cuenta, generan un clima de superficialidad que va agotando el alma y empobreciendo las relaciones. Así, sin previo aviso, comienzan a desaparecer de las agendas de quienes anhelan vínculos sinceros, conversaciones sencillas y afectos verdaderos.
 
¡Qué distinto es compartir una charla con un buen café, donde las vivencias del otro se valoran, donde hay espacio para escuchar, aprender y acompañarse! ¡Eso es amistad! Y también es evangelio.
 
Nosotros, los cristianos, tenemos la oportunidad de marcar una diferencia. Podemos ser un oasis de humildad y profundidad en medio de tanto ruido social. En vez de hablar de logros, aprendamos a celebrar los del otro. En vez de competir, acompañemos. Y si alguna vez nos descubrimos buscando brillar más que los demás, hagamos un alto, pidamos perdón al Señor… y callemos.
 
Porque muchas veces, el silencio no solo es sabiduría… es amor.
“En las muchas palabras no falta pecado;
Mas el que refrena sus labios es prudente.” (Proverbios 10:19)
Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio;
El que cierra sus labios es entendido.” (Proverbios 17:28)
“Nada hagáis por contienda o por vanagloria;
Antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo.” (Filipenses 2:3)
 
Por Marcelo Laffitte

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