Testimonio: el poder de ministrar al pueblo

Mientras aguardaba el momento de hablar en una congregación del interior argentino, el pastor tomó el micrófono y anunció:—"Vamos a llenarnos de fe. Formen una fila todos aquellos que quieran contar, en no más de dos minutos, lo que Dios hizo en sus vidas durante esta última semana."

 Para mi sorpresa, rápidamente se formó una larga fila que llegaba hasta la puerta de la calle. El pastor remarcó nuevamente:—"Recuerden, tienen dos minutos como máximo."

La primera en pasar fue una joven de unos treinta años, con el rostro radiante:
—"¿Recuerdan que siempre les pedía que oraran por mí para quedar embarazada? Bueno, aunque la ciencia me dijo 'no', ¡el Señor me dijo 'sí'! Hoy estoy esperando un hijo." Habló apenas medio minuto y se retiró entre aplausos emocionados.
 
El siguiente fue un muchacho sencillo, de ropas humildes, pero con una sonrisa de oreja a oreja:
—"Estoy construyendo mi casita y no me alcanzaba para comprar el techo. Pero un vecino que había hecho una loza me regaló sus chapas usadas. ¡No tuve que gastar un peso! No tengo dudas: fue Dios quien tocó su corazón."
 
Yo los escuchaba, y mi alma se llenaba de gozo. Era el Cuerpo ministrando al Cuerpo, como enseña la Palabra:
"De manera que, si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro recibe honra, todos los miembros se gozan con él" (1 Corintios 12:26).
 
Pero entonces mis ojos se clavaron en un joven de unos cuarenta años que subió con una expresión serena. Tomó el micrófono y dijo:
—"Me despidieron de la empresa Acindar. Tengo cinco hijos. Cada día oro con fe, salgo a buscar trabajo... y no encuentro nada. Pero esta semana pasada, aun así, tuve mucho gozo. Eso fue lo que hizo el Señor... aunque, sinceramente, no lo entiendo."
 
Desde donde me encontraba, me respondí en mi interior: "Yo sí sé por qué tienes gozo: porque estás lleno de Dios."
 
Las personas plenas del Espíritu tienen una capacidad especial: la de sobrevolar sobre las circunstancias adversas y mantener la sonrisa. No porque nieguen los problemas, sino porque han aprendido a confiar más en lo invisible que en lo visible, como enseña Hebreos 11:1:"Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve"
 
La sonrisa de aquel muchacho no era un acto de inconsciencia; era un acto de fe.
Él ya veía, con los ojos del espíritu, el trabajo que todavía no había llegado, pero que en el cielo ya estaba asignado para él. Como dice 2 Corintios 5:7:
"Porque por fe andamos, no por vista."
 
Ese día confirmé una vez más una gran verdad espiritual: Sin fe, nada es posible; pero con fe, nada es imposible.
Tal como lo enseñó Jesús en Marcos 9:23: "Si puedes creer, al que cree todo le es posible."
 
Por Marcelo Laffitte

Suscríbete a nuestro boletín de novedades

Te vamos a comunicar lo más destacado.
Solo una vez por semana te enviaremos notas seleccionadas de nuestra web.