¿Qué harías si Dios no responde como esperas?

A todos nos ha pasado: oramos, confiamos, pedimos con fe… pero la respuesta de Dios no llega como la esperábamos. O simplemente no llega. Y entonces nos inquietamos. Dudamos. Algunos se frustran, otros se enojan, y algunos hasta se alejan. Pero la gran pregunta es esta: ¿Qué hacemos cuando Dios no responde como queremos?

 

Estábamos recién casados con Hilda y en uno de mis trabajos la empresa me ofreció, en calidad de préstamo por tiempo indeterminado una casa preciosa. Era muy cómoda, ubicada dentro de un barrio cerrado ¡y hasta estaba amoblada con muy buen gusto!
 
Nuestro entusiasmo y nuestra felicidad era tan desbordante que comenzamos a dar gracias a Dios por esa bendición mayúscula. De pronto comenzamos a sentir rumores que podrían dársela a un matrimonio americano que llegaría. No lo podíamos creer…comenzamos a orar, a rogar al Señor que no nos prive de esa bendición tan grande…pero la respuesta del Señor no fue como la deseábamos. Recuerdo que Hilda se puso a llorar…
 
Nos cuesta aceptar que Dios no es un genio de la lámpara, ni un repartidor celestial de bendiciones a la carta. Él es soberano. Él ve lo que nosotros no vemos. Sabe lo que nosotros no sabemos. Y su amor por nosotros no siempre se expresa cumpliendo nuestros deseos, sino cumpliendo su propósito eterno, aunque eso implique un “no” o un “todavía no”.
 
Recordemos a Jesús en Getsemaní: “Padre, si es posible, pasa de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú deseas” (Mateo 26:39). Él también pidió otra salida. Y el cielo, en silencio, no cambió el plan. Pero ese aparente silencio escondía la respuesta más poderosa de amor redentor para la humanidad.
 
Hay momentos en los que oramos por sanidad y la enfermedad sigue. Oramos por trabajo y no llega, por un hijo rebelde, por una reconciliación, por una puerta que no se abre. Y Dios… calla. Pero ese silencio no es olvido. Es que Dios está trabajando en otro nivel, construyendo algo en nosotros o alrededor nuestro que aún no entendemos.
 
El apóstol Pablo pidió tres veces que se le quitara el “aguijón en la carne”. Y la respuesta divina no fue quitarlo, sino darle gracia suficiente para soportarlo (2 Corintios 12:7-9). ¿Qué nos dice eso?
 
Que muchas veces Dios responde, pero de otra forma. Una forma que no esperábamos, pero que terminará siendo mejor.
 
Dios no falla. No se equivoca. Sus demoras no son desatención, y sus "no" no son desprecio. Son parte de un plan eterno, perfecto y sabio que muchas veces no se puede entender mirando desde la tierra, pero que un día comprenderemos plenamente desde el cielo.
 
Mientras tanto, seguimos orando. Seguimos confiando. Seguimos amando a Dios no por lo que nos da, sino por lo que Él es.
Porque, al final, la verdadera fe no es creer que Dios hará lo que yo quiero, sino creer que Él hará lo mejor, aunque no sea lo que yo esperaba.
 
Por Marcelo Laffitte

Suscríbete a nuestro boletín de novedades

Te vamos a comunicar lo más destacado.
Solo una vez por semana te enviaremos notas seleccionadas de nuestra web.