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¿Qué estás hablando?

Dios nos ha dado libre albedrío y no solo para lo malo. Podemos refrenar nuestra lengua y antes de hablar engaño, groserías, mentiras o lastimar a otro, es preferible callar. Tengamos esa libertad también para elegir callarnos y ser bendecidos por Él. Es mejor ser dueño del silencio que esclavo de las palabras vanas. 

La palabra de Dios dice en San Mateo 12:35-37 “De lo que abunda en el corazón, habla la boca. El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en él, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en él. Y yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de cualquier palabra inútil que hayan pronunciado. Pues por tus propias palabras serás juzgado, y declarado inocente o culpable”.

Para cambiar tu forma de hablar, primero debes cambiar tu corazón, y el único que puede hacerlo es Dios.

Si el Espíritu de Dios abunda en tu corazón, tu boca hablará distinto.

Tus palabras pueden decir bien (bendecir) o decir mal (maldecir), y por lo que digas, serás juzgado por el Tribunal Celestial.

Palabras negativas, de crítica, burlas, que vienen de tu viejo estilo de vida, te condenan.

Palabras de aliento, consuelo, de edificación, que vienen del Cielo, te absuelven.

Decide hablar palabras de vida y no de muerte, de salud y no de enfermedad, de victoria y no derrota, de bendición y no de maldición.

Ora así: Padre Dios, reconozco que muchas veces mi lenguaje no es apropiado, que no salen palabras buenas de mi boca; y por eso ahora te entrego mi corazón, límpialo, sana todo lo deteriorado, renuévalo, para hablar siempre palabras del Cielo. Te lo pido en el Nombre de Jesús, amén.

¡Bendecido Jueves!

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