Dos seres humanos a punto de morir y dos actitudes infinitamente diferentes.
El ateo: “¿Con quién se quedará mi pobre perro?
El ladrón “bueno” en la cruz, al lado de Jesús: “Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”.
Jesús solo le responde al segundo: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
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Desde mi punto de vista, este hombre llamado Trumman representa a millones de personas del mundo en las que la fe no ocupa ningún lugar en sus vidas. Este enfermo y su perro conforman un símbolo perfecto de la fatal confusión en la que están sumidas las personas sin fe. Esa confusión les impide alcanzar lo único, que, en definitiva, importa realmente: la salvación eterna.
Jesús dijo: “Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Mateo 16:26). Este versículo nos confronta con la realidad de que las preocupaciones terrenales, aunque a veces necesarias, no tienen valor comparadas con la eternidad.
El apóstol Pablo también escribió: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” (Colosenses 3:2). Este consejo nos recuerda que, sin importar las circunstancias de la vida, nuestra prioridad debe ser buscar las cosas eternas, aquellas que trascienden este mundo.
Ni un ruego a Dios. Ni siquiera un recuerdo para el Creador. Ni un chispazo de fe. Nada. A las puertas de una eternidad terrible y ni siquiera en ese momento extremo aparece el Señor en la mente de esta gente. Es que nunca les ha resplandecido la luz del Evangelio. Son incrédulos que creen, equivocadamente, que todo termina en una tumba. Es gente que no ha sabido vivir.
No saben que hay un Cielo...¡Ignoran también que hay un infierno!
Un premio Nobel español, ateo, lleno de tristeza en el final de su vida dijo: “No tengo una sola respuesta para las cosas que verdaderamente me interesan. Ignoro todo lo que sucederá conmigo después de la muerte. Soy un sabio muy especial que no sabe nada de lo que realmente vale”.
El hombre que solo cree en lo que ven sus ojos en verdad está completamente ciego porque limita su horizonte y se le escapa lo esencial de la vida. A las cosas importantes no se las ve con los ojos humanos. El célebre libro “El Principito” lo resume de manera brillante: “Hay cosas que no se pueden ver sino con el corazón, porque lo esencial está oculto a los ojos”.
Si pudieran entender los agnósticos y ateos que quien se cierra a la fe, está cerrando su llegada a Dios y con ello su salvación eterna, y está cerrando su desarrollo más pleno y su camino a la felicidad más perfecta. En todo ser humano hay unas ansias de lo infinito que no se pueden reprimir.
Nada de este mundo lo satisface plenamente y ven a la vida como un tránsito absurdo de 70 u 80 años desde la cuna a la tumba. Sienten que las cosas de este mundo les “quedan chicas”. Pero se empecinan en no dar el paso de fe. Solo se preocupan por el destino de su perro.
Lo correcto sería pensar a dónde irá su espíritu…
Tengo una buena noticia para los ateos: Todavía hay tiempo. No es triste morir, triste es no haber sabido vivir.
Por Marcelo Laffitte