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Mucha gente con el vientre vacío

Me invade una mezcla se pena e impotencia cuando escucho cada día las cifras de nuestra decadencia como país. Y sobre todo me duele ese 40 por ciento de pobres que viven muy por debajo de la línea de la dignidad.
 
Esa cifra es mucho más que un número, detrás de él hay millones de vidas que sufren todo tipo carencias. Una franja muy ancha come, escasamente, una sola vez al día. Y miles de niños se acuestan cada noche con dolor de estómago por el hambre.
 
 
Me trae un poco de paz saber que el pueblo evangélico es un pueblo solidario por excelencia. Lo demuestran los innumerables asilos de ancianos, centros de recuperación de adictos, hogares de madres solteras, casas para ex convictos, comedores infantiles, escuelas y todo tipo de entidades para servir.
 
Creo que todas las iglesias tendrían que contar con alguna expresión de solidaridad. Y más por estos días. Todas, sin excepción tendrían que convertirse en una fuente de misericordia. Me enorgullece cuando veo la sensibilidad de la iglesia que pastorea Dante Gebel. ¡Cuánto alivio que llevan a la gente desvalida!
Esa será siempre nuestra mejor carta de presentación. Porque, ante todo, el evangelio es amor.
 
 
Debemos saber, además, que nunca encontraremos las puertas tan abiertas para predicar a Cristo como cuando hemos servido antes.
 
“Servir primero, predicar después”, este es el inteligente y misericordioso slogan de la Organización “El Buen Samaritano” que dirige el hijo de Billy Graham, Franklin, y que, con un sentido profundamente sensible con las necesidades de la gente, ha ganado para Cristo a miles de personas, a quienes antes extendieron la mano.
 
“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos y necesitan abrigarse, ¿ustedes les dirán : id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dan lo que están necesitando para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (Santiago 2: 14-17)
 
Por Marcelo Laffitte

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