Querida amiga: permítame ofrecerle un consejo sincero y prudente. Si desea evitar complicaciones en su vida, es mejor no prestar oídos a un hombre que se queja de su esposa.
Tanto mujeres solteras como casadas pueden verse envueltas en estas conversaciones, especialmente en el entorno laboral, donde pasamos más tiempo que en nuestra propia casa. Recordemos las palabras de 1 Pedro 5 : 8: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.”
A primera vista, escuchar a un hombre que necesita expresarse y recibir aliento podría parecer un acto de bondad. Sin embargo, cuando un marido insatisfecho dice, por ejemplo, “Mi mujer es fría, muy indiferente”, el corazón de quien escucha puede verse tentado a pensar: “Yo podría hacerlo muy feliz”. Como bien afirma Joyce Meyer, “Donde van los pensamientos, la persona sigue”.
Esta inclinación puede llevar, poco a poco, a transformar meras ideas en acciones, comprometiendo así su integridad y bienestar.
Ante esta situación, es vital tomar un camino de sabiduría y fe. Recuerde las palabras del apóstol Pablo en 2 Timoteo 2:22: “Huye de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz.”
Si en su entorno laboral su jefe o compañero se lamenta de su esposa, lo ideal es sugerirle que converse con un hombre más maduro y consagrado en la fe, y cambiar de tema de inmediato para evitar caer en una trampa emocional.
Aunque este consejo pueda parecer frío, en realidad se trata de cerrar la puerta a una situación potencialmente explosiva, que podría evolucionar rápidamente y complicar aún más su vida.
Por otro lado, es importante reflexionar sobre la tendencia a buscar elogios de los hombres, un tema complejo que puede desencadenar tormentas emocionales y espirituales muy serias.
Confíe en la guía divina y en la sabiduría que nos brinda la Palabra, y actúe con prudencia en cada paso de su camino.
